BOGOTÁ SIN CULTURA

por La hora del escarnio


Ya son seis años que Bogotá, la capital del país, no tiene un escenario decente para conciertos y eventos culturales. En el año 2006 se llevaron a cabo los últimos conciertos en el Estadio Nemesio Camacho el Campín que era un excelente escenario, o por lo menos apropiado para este tipo de eventos.

El estadio fue inaugurado el 10 de agosto de 1938 y se construyó para el fútbol; dos equipos compartirían ese estadio (Millonarios y Santa Fe) y ahí se jugarían los partidos del balón pié más importantes del país: a nivel clubes y a nivel selección para clasificatorias para copas del mundo. A medida que Bogotá fue convirtiéndose en una ciudad más “cultural”, y con la globalización, la ciudadanía pedía a gritos que los mandatarios trajeran grupos musicales y otro tipo de espectáculos de otros países. Fue entonces el estadio e escenario perfecto para presentar tales eventos. Nunca hubo problemas. Los fines de semana se jugaban partidos de Millonarios y Santa Fe en el día y por la noche todo estaba adecuado para recibir a artistas de grandes tallas a nivel internacional.

Y entonces, ¿en qué momento la Alcaldía de Bogotá y la Secretaría de Gobierno decide no volver a prestar el Campín? En el año 2006, la emisora de “Los 40 principales” de la cadena de Caracol Radio, presentó en el Campín el “evento 40”, un evento que ya se venía haciendo año tras año desde el 2000: la emisora regalaba boletas, algunas otras las vendía pero siempre llenaba el estadio. Ese año, el 2006, aunque las medidas de prevención para no dañar la grama de la cancha de fútbol se tomaron al pié de la letra como siempre, los organizadores del “evento 40” vendieron más boletas de las permitidas, el estadio estaba a reventar, y al son de la música de los artistas invitados, los espectadores saltaban y saltaban sin parar, logrando así un hundimiento de 15 cm. en la grama de la cancha. Desde ese día los conciertos en Bogotá se hacen en el Coliseo el Campín, en donde la acústica es pésima y el espacio sólo tiene la capacidad de acoger a 28.000 personas (a diferencia del estadio que en un concierto le cabían casi 50.000), o, el Parque Simón Bolívar que sólo es bueno el concierto si uno hace fila cuatro días antes del evento para estar al frente de la tarima y paga la boleta más cara. De la décima fila para atrás, ya no vale la pena haber ido.

Dónde ha quedado el nombre de la capital colombiana. Conciertos de grupos de la talla de U2, artistas como Madona y otros grandes artistas musicales reconocidos a nivel mundial, han tenido las ganas de incluir en sus toures a Bogotá como para en Suramérica pero en último momento deciden cancelar, pues sus espectáculos en tarima requieren de un verdadero escenario para conciertos.

Que el fútbol es muy importante y hace más parte de la cultura colombiana que un grupo estadounidense de rock. Sí. No lo voy a negar. Debo aclarar que soy amante del fútbol, que no hay un sólo partido de la liga inglesa y española que me pierda y que todos los torneos a nivel de selecciones que se juegan alrededor del mundo los sigo paso a paso. Pero también soy consciente que el fútbol colombiano está en crisis, que da pena sentarse un sábado a las seis de la tarde a ver un partido de la Liga Postobón, prefiero ver a Calero presentar algún programa. Los estadios en Colombia están hechos para honrar el fútbol pero acá no tenemos nada, no tenemos fútbol. Así que quedan, en mi opinión, tres opciones: o dejamos de preocuparnos tanto por el buen estado de la grama del Campín que los equipos bogotanos no saben apreciar y utilizamos el escenario para traer a los grandes de la música como se merece una capital; o la Alcaldía se pone seria (este problema viene de muchas alcaldías atrás), saca un presupuesto y construye un escenario que no dé pena como lo es el Parque Simón Bolívar; o, la más probable, dejamos así las cosas que la memoria de los bogotanos es bien mala y pronto nos olvidaremos que grupos importantes han querido venir a nuestra ciudad pero las condiciones paupérrimas de escenarios, no los han dejado pisar tierra capitalina.

 

Valerie Varty.